Reflexología:
Todos poseemos la capacidad innata de curarnos, y esta era ejercitada de manera espontánea en épocas pasadas. Es bien conocido, por ejemplo, el beneficio que aporta a nuestro organismo un buen masaje.
Pues bien, cuando andábamos descalzos por estos mundos de Dios, las irregularidades del terreno daban masajes a nuestros pies tonificando los correspondientes órganos internos del cuerpo que se mantenían equilibrados y saludables, pero, con la adopción del uso del calzado este proceso terapéutico natural ha dejado de producirse.
Es una realidad que los avances originados por el paso de los tiempos han mejorado muchos aspectos de nuestra vida, haciéndola más confortable, pero es igualmente cierto que algunos de ellos nos han alejado de la vida natural que regulaba con gracia nuestra salud y equilibrio, trayendo como resultado que esta capacidad de auto-sanarnos se encuentre disminuida por falta de ejercicio.
Afortunadamente el divino diseño del ser humano es tan maravilloso, que fue dotado de una gran adaptabilidad, tal vez con la intención de protegernos de nuestros propios abusos (o de la inmadurez inevitable en nuestro proceso de crecer). Lo cierto es, que responde rápidamente a las técnicas de auto-ayuda, que compensan estos cambios que nos han impuesto los diversos estilos de vida producidos por la civilización.
La Reflexología es una de estas técnicas que pueden ayudar a mantener la salud en óptimo estado y a prevenir enfermedades. En los pies y las manos se encuentran situados “puntos reflejos” que corresponden a cada órgano y parte del cuerpo. Cuando nos enfermamos o nos sentimos estresados estos puntos se vuelven dolorosos como resultado de las toxinas que acumulan. Esas toxinas causan bloqueos que impiden a las energías de nuestro organismo circular con fluidez. Los reflexólogos tratan estos puntos o zonas, liberándolos de la congestión y bloqueos, contribuyendo a que el cuerpo recobre su equilibrio y armonía.
La Reflexología es conocida también como “Terapia Zonal” puesto que cada uno de los puntos reflejos está colocado en una zona o meridiano. El cuerpo está dividido en 10 zonas iguales que a veces se denominan “vías de energía” o “vías nerviosas”.
Puesto que cada parte del cuerpo se conecta con el resto, cuando ocurre un bloqueo de energía en alguna zona esto afecta a todo el organismo. Como se ve, es de gran importancia que nos cuidemos desde la cabeza hasta los pies y esto lo logramos prestando atención a nuestra alimentación, haciendo ejercicio de manera razonable, dedicando tiempo a la relajación y al sueño y estableciendo un equilibrio entre trabajo y ocio.
Si bien es cierto que es necesario algo de tensión o stress en nuestras vidas puesto que, al estimular la adrenalina nos impulsa a la acción, no es menos cierto que si esta tensión o stress se produce de manera desmedida acabará por agotarnos, llevándonos muy fácilmente a la enfermedad.
El cuerpo humano está diseñado para auto-regular los ciclos y ritmos propios de su naturaleza, aún así, ciertas herramientas, como la Reflexología, contribuirán de manera decisiva a mantenerlo en buenas condiciones y en salud con un mínimo de esfuerzo.
La Reflexología es una ciencia y una terapia curativa muy antigua. Tanto en la China como en Egipto y entre los indios, pueblos inclinados a tratar alma, mente y cuerpo como una totalidad, practicaban estos métodos de curación por la energía. Una pared pintada en una tumba egipcia alrededor de 2330 años antes de Cristo, muestra a un practicante y un paciente en medio de una sesión de masaje en los pies. En nuestros tiempos se ha re-descubierto como una respuesta a la imperiosa necesidad que sentimos hoy día por encontrar alternativas que nos ayuden a controlar la tensión indiscutible que provoca la vida moderna.
A principios del Siglo XX el Dr. William Fitzgerald médico norteamericano, conoció durante un viaje a Europa la terapia zonal que en ese momento se estaba utilizando para controlar el dolor. En 1909 realizó otras investigaciones sobre esta teoría y dividió el cuerpo en 10 zonas verticales.
Para controlar el dolor utilizaba instrumentos para presionar en ciertas zonas que correspondían a áreas del cuerpo donde debía practicar cirugía menor, alcanzando mucho éxito con esta terapia en su país.
Ya en los años 30, otra
norteamericana, la fisioterapeuta Eunice D. Ingham desarrolló
métodos de terapia zonal trazando un mapa de los puntos zonales de
los pies y sus correspondientes órganos o áreas, denominándolo “reflexología”.
Cabeza, cerebro
Senos frontales
Tronco cerebral, cerebelo
Hipófisis
Epífisis
Sien, trigémino
Nariz
Cuello
Nuca
Ojo
Oído
Hombro
Trapecio
Tiroides
Paratiroides
Timo
Pulmones, bronquios
Estómago
Cardias
Píloro
Duodeno
Páncreas
Plexo solar
Suprarrenales
Riñones
Uréteres
Vejiga
Intestino delgado
Colon ascendente
Colon transverso
Colon descendente
Recto
Ano
Apéndice
Válvula ileocecal
Corazón
Bazo
Hígado
Vesícula
Estimulación sexual
Ovario, testículo
Eunice Ingham escribió dos libros: Stories the Feet can Tell (Historias
que los pies pueden contar) y Stories the Feet Have Told (Historias
que han contado los pies), que aun hoy son conocidos y de uso
popular.
El método Ingham se basó en la división del cuerpo en 10 zonas recorridas por líneas longitudinales que coinciden exactamente con el número de los dedos de los pies.
Puesto que los meridianos conectan entre sí varias partes del cuerpo, cuando un órgano deja de funcionar de la manera correcta, el reflejo que le corresponde en los pies se muestra sensible a la presión.
Se dice que desde la rodilla hacia arriba está el mar de la energía, y de la rodilla hacia abajo, la playa u orilla de ese mar. Así, en el pie se reflejan todas las zonas del cuerpo que existen desde la rodilla hacia arriba. La parte superior se refleja en la punta de los pies; si las cerramos ayudándonos con las manos, uniendo ambas plantas de modo que los dedos casi se toquen entre sí, podremos ver que toda la parte de afuera de los pies recuerda la bóveda craneal. Las yemas reflejan los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, y ese es el lugar donde debe masajearse si queremos estimular el sistema nervioso central o eliminar una jaqueca.
Doreen Bayley, alumna de Ingham también emprendió su propia investigación y trazó sus propios mapas reflexológicos, fue pionera en los años 60, fundando la Bayley School of Reflexology (Escuela Bayley de Reflexología), e influyó de manera importante en el establecimiento de esta ciencia en el Reino Unido.
La reflexología también puede aplicarse sobre las manos, puesto que por estas circula la misma energía que llega a los pies. La anatomía lo sugiere: cada dedo del pie es reflejo complementario de cada dedo de la mano, el tobillo es reflejo de la muñeca, y la rodilla reflejo del codo. De hecho, la terapia zonal desarrollada tanto por el Dr. Fitzgerald como por Ingham incluyó el resto del cuerpo, particularmente las manos, como áreas reflejas. De todas formas, el desarrollo de esta técnica se ha concentrado en los pies como apoyo fundamental de la circulación energética, de ahí es que hoy se la conoce como reflexología podal.
Aunque la Reflexología obra maravillas por si misma, ha seguido evolucionando y se emplea unida a otras terapias como por ejemplo la acupuntura, el shiatsu, masaje, etc.
La Reflexología es una ciencia de auto-ayuda, y por auto-ayuda se entiende el asumir la responsabilidad de aprender a escuchar el cuerpo por uno mismo, haciendo todo lo posible por cuidarlo. Esta técnica ayuda a equilibrar la mente, el cuerpo y el alma en su conjunto, al brindar al cuerpo físico el contacto que necesita, junto a una alimentación sana y ejercicio adecuado. A la mente estimulación positiva, proporcionándole educación intelectual y, al alma, le ofrece el sentimiento de estar en verdad conectada con la materia, con la tierra y con la humanidad en general.
Estamos rodeados de energías y somos energía en diferentes gradaciones. Se ha probado científicamente que los objetos no son sólidos, sino partículas de energía en movimiento. Todo en el Universo es una manifestación de energía. El sol y la luna irradian energía que influye sobre innumerables aspectos de la vida en nuestro planeta. Esta energía, conocida desde siempre, ha recibido diferentes nombres: chi, yin/yang, prana, fuerza vital, por mencionar solamente unos cuantos, y rodea todo cuanto existe, produciendo un campo energético llamado aura. El aura de la Tierra es captada en forma de una neblina azul que se observa a su alrededor cuando es fotografiada desde el espacio. Así mismo podemos ver sin mayor esfuerzo el campo de energía alrededor de una bombilla eléctrica cuando está encendida, o el calor que se eleva de una carretera bajo el brillante sol. Existen cámaras para fotografiar el aura y muchas personas pueden percibirla a simple vista. Esta aura cambia continuamente en relación con el ambiente, los pensamientos y los sentimientos.
Cuando nos permitimos pensamientos negativos de cualquier naturaleza o nos enojamos contra algo o alguien o criticamos a las personas, estamos afectando igualmente de manera negativa nuestra vida, ya que esos pensamientos reducen nuestra capacidad energética, debilitándonos sensiblemente y deprimiendo el ambiente en que nos encontramos. Por el contrario, si nuestros pensamientos son alegres y nuestros enfoques positivos, nos sentimos cargados de bienestar y gozo, afectando benéficamente cuanto nos rodea.
Las enfermedades comienzan cuando una parte del cuerpo se desequilibra, y nuestra actitud y consciencia frente a la vida tiene una influencia determinante en ello puesto que la mayoría de las veces la desarmonía se origina en nuestra mente o en nuestro cuerpo emocional. De ahí la importancia de prestar atención a la naturaleza de nuestros pensamientos e intereses intelectuales y a nuestros sentimientos; a lo que comemos (calidad y cantidad); a ejercitarnos con propiedad y a trabajar y descansar o divertirnos de manera proporcional. Es el establecimiento y la conservación de este equilibrio en nuestras vidas lo que nos mantendrá sanos y llenos de energía, disfrutando de un placentero sentimiento de bienestar total.
El aura o campo electromagnético del ser humano que ya mencionamos, consta de siete niveles o cuerpos de energía; el primero corresponde al cuerpo físico; el segundo al emocional; el tercero al mental, etc. Y cada uno de ellos tiene una tasa vibratoria diferente. Mientras más tosco el vehículo, menos rápida la vibración. Así, tenemos que el más lento es el que corresponde al cuerpo físico (de paso mencionamos que los árboles y las flores poseen vibraciones más rápidas que el ser humano). Cada uno de estos niveles de energía está estrechamente relacionado con los otros y los afecta de una u otra manera, es así como al perderse la sincronía entre algunos de ellos al mismo tiempo, se afecta la salud.
Sobre el autor:
Jorge Montalbetti
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